La atención centrada en la persona (en adelante ACP) posee sus orígenes en la atención centrada en el cliente de Carl Rogers, donde se pone en valor la figura “del cliente” considerándolo un agente activo y donde los profesionales son meros acompañantes en el proceso de cambio que tendrá dicho “cliente”.
Carl Rogers en su libro “El Proceso de convertirse en persona” reflexiona sobre la relación de ayuda con sus “clientes” y se cuestiona: ¿ Estoy suficientemente seguro de mi mismo como para admitir la individualidad del otro?¿Puedo permitirle ser lo que es: honesto o falso, infantil o adulto, desesperado o pleno de confianza? ¿Puedo otorgarle la libertad de ser? ¿O siento que el otro debería seguir mi consejo, depender de mi en alguna medida o bien tomarme como modelo?”
Contestarnos a nosotros mismos estas preguntas con la categoría de personas resulta fácil, pero contestarlas como profesionales asistenciales resulta algo más complejo. El sistema de cuidados de larga duración (en adelante CLD) al que pertenecemos posee grandes rasgos paternalistas en cuyo centro, como eje central del cuidado se encuentra la enfermedad y no la persona con enfermedad.
Frente a esto, la ACP desmonta todo el sistema de atención tradicional, rompe con el paternalismo y el proteccionismo total, sobre todo de las personas con necesidad de apoyos, y propone respetar sus derechos fundamentales: LIBERTAD, AUTONOMÍA, RESPETO Y DIGNIDAD.
Este modelo asistencial desbanca a la enfermedad, como elemento principal de la atención, y la sitúa al lado de cada persona, pero nunca sobre ella. La ACP se rige primordialmente por esta premisa , por lo que se confronta con la práctica asistencial tradicional y es en esta clave, en la que los profesionales asistenciales ven peligrados sus esquemas de atención.
La ACP desmonta la estructura actual de proporción de cuidados y hace reflexionar sobre “el cómo hacer” y lo más importante “cómo dejar hacer”.